Hace algunos años, en una sesión de terapia, mi psicóloga me miró fijamente y me dijo: “Tienes una gran capacidad de hacerte la víctima para salirte de situaciones difíciles.”
What are you talking about? Víctima yo? Esa frase se quedó grabada en mi mente desde ese momento. No fue fácil escucharla aquella vez, y tampoco es fácil escribir sobre ello ahora. Pero con el tiempo, entendí que aunque incómoda, esa observación fue un regalo. Hoy la comparto contigo porque, quizás, también pueda ayudarte si reconoces que has caído en el mismo patrón.
¿Qué significa "hacerte la víctima"?
En mi caso, era algo automático, un mecanismo tan arraigado que ni siquiera lo notaba. Cada vez que enfrentaba una situación difícil, mi mente buscaba formas de posicionarme como la "pobrecita": la que sufría las injusticias, la que recibía los golpes. Me convencía de que siempre estaba en el lado perdedor, de que el mundo era cruel conmigo. Y, lo peor, lo hacía tan rápido y con tanta frecuencia que me parecía completamente real.
No fue hasta que esa psicóloga me lo señaló que pude verlo con claridad. Era un hábito, casi como un reflejo y uno dañino.

¿Cambiarlo? No es tan sencillo.
Ser consciente de este patrón fue solo el primer paso, pero romperlo ha sido una batalla constante. Incluso hoy, hay días en los que caigo en él antes de darme cuenta. A veces lo noto antes de actuar, y otras veces, solo después de haber asumido el rol de "víctima". Esto me sucede en todos los ámbitos: con mi familia, mis amigos, en el trabajo e incluso en conversaciones internas conmigo misma.
Es agotador y paralizante. ¿Por qué? Porque cuando me coloco en el papel de víctima, mi percepción de la realidad se distorsiona. Me enfoco exclusivamente en lo externo, en lo que los demás hicieron o dejaron de hacer. Y ahí está el problema: no tengo control sobre lo que pasa fuera de mí, pero sí sobre cómo elijo reaccionar y entender mis emociones. La victimización nubla esa capacidad.
¿Sabes quién es el mejor aliado de la victimización? Las expectativas. Te doy un ejemplo:
Imagínate que vas a visitar a una amiga que no ves hace años. Han quedado en que ella te recogerá en el aeropuerto. Durante el vuelo, empiezas a soñar despierta con tu llegada: te imaginas una recepción espectacular, con globos, pancartas y una comitiva de personas cantándote las mañanitas. Pero cuando aterrizas, la realidad es otra. Tu amiga llega tarde, te pide que la encuentres en el estacionamiento y, aunque te recibe con un abrazo cariñoso, no hay nada de lo que esperabas.
En ese momento, tienes dos opciones:
Hacerte la víctima. Te enojas (o en modo passive agressive te resientes), piensas que no le importas lo suficiente, que no se esforzó por ti, y creas todo un drama en tu cabeza.
Agradecer. Valoras el esfuerzo que hizo tu amiga por interrumpir su rutina para recogerte y disfrutas del momento juntas tal como es.
¿Cuál elegirías? Ahora piensa cómo las expectativas no cumplidas nos empujan a la victimización. Shocking…
¿Y yo? Sigo aprendiendo.
No voy a mentir: todavía tengo momentos en los que las expectativas me ganan. Esta misma semana, hubo dos ocasiones en las que me sentí herida porque las cosas no salieron como yo pensaba. Y ahí estaba otra vez mi “yo víctima” lista para protagonizar su drama. Denme el Oscar de una vez!!
Pero hay algo que me ayuda: ir despacio.
Pensar antes de hablar.
Agradecer lo que sí tengo.
Aceptar mi realidad tal como es.
No es un proceso perfecto ni rápido, pero lo importante es avanzar, aunque sea paso a paso. Y si tú también reconoces este patrón en ti, recuerda que no estás sola. Bienvenida al club de las actrices y actores dramáticos.
Cambiar no es fácil, pero es posible. El primer paso es verlo.
Con cariño:
Eileen
Drama Queen in rehab.
👏👏👏👏👏 me gusto mucho este post, de revelación y aceptación. Un sinónimo que aplica muy bien es “sufrido/a”, ya que creo que la victimización puede tomar diferentes formas, caras, y no es excluyente de genero. Nuestra mente a veces nos juega estos papeles en contra. Cuando las cosas no salen como pensamos o planeamos, entonces sufrimos. Así que lo mejor es mantener mantener distancia con las expectativas y disfrutar el camino.